La automatización mediante programador de un sistema de riego permite reducir la mano de obra y el consumo de agua con un bajo coste. Sin embargo, existen en el mercado muchos tipos de programadores. La pregunta se plantea, ¿Cuándo utilizar uno y cuándo otro? Nos centraremos aquí en los más conocidos.
Ampliamente utilizados son los programadores a pilas o autónomos. Se trata de aparatos independientes de la corriente eléctrica que funcionan a pilas. Todos son resistentes a la humedad e intemperie (IP 65 – 68), siendo posible su colocación en la propia arqueta, junto a las electroválvulas. Su gran ventaja es precisamente la no dependencia de un cable que le suministre corriente eléctrica, siendo por tanto los más adecuados para jardinería pública.
Como principal inconveniente está en la limitación en el número de electroválvulas que pueden controlar, por lo que para una zona extensa se necesitan un gran número de ellos, así como la necesidad de que éstas porten un solenoide de impulsos (normalmente de mayor coste).
También son muy comunes los programadores eléctricos o centralizados. En este caso, sí funcionan con alimentación eléctrica. Pueden distinguirse dentro de este grupo los programadores de interior y los programadores de intemperie (dependen de la situación del transformador). La ventaja de estos programadores es precisamente la centralización de la programación, pudiendo controlar toda la zona de riego desde un único punto.
Por contra, el cableado necesario se complica conforme aumenta el número de electroválvulas. Es necesario un número igual de conductores al de electroválvulas y un conductor más que hará las veces de común de todas las electroválvulas. Es ampliamente utilizado en jardinería privada donde las distancias son relativamente cortas y el número de electroválvulas no suele ser excesivo.
Aunque no es frecuente, en algunos casos se mezclan los dos sistemas anteriores, como puede ocurrir en situaciones de zonas en las que no se ha previsto o no es posible pasar el cableado a determinada zona. En este caso, se utiliza en esa zona un programador autónomo y en el resto un programador centralizado.
En el caso de que existan un elevado número de electroválvulas (como puede ocurrir en un gran parque), ninguna de las dos opciones anteriores sería adecuada.
Por un lado, el número de conductores necesarios para el sistema centralizado complicaría la instalación y en caso de rotura accidental sería prácticamente catastrófico.
Por otro, el mantenimiento de un elevado número de programadores autónomos requeriría un elevado tiempo de personal cualificado y una planificación cuidadosa para evitar la superposición de sectores de riego. Para estos casos existe un sistema de programación centralizado de dos hilos o por decodificadores. Se basa en la utilización de un único cable con dos conductores y que recorre todas las electroválvulas. El programador emite una señal codificada que un aparato (decodificador), colocado junto a la electroválvula, interpreta permitiendo (o no) el paso de la corriente al solenoide.
Si bien es un sistema con un elevado coste, a partir de cierto número de electroválvulas resulta más económico que cualquiera de los otros dos sistemas. Además, es un sistema de montaje sencillo, con una rápida localización de averías y ampliable con relativa sencillez.
Por último, poco utilizados son los sistemas centralizados a distancia funcionan por radio, GSM u otro sistema inalámbrico.
No quería dejar pasar la oportunidad para dejar constancia de la existencia de los mal llamados programadores de grifo. En realidad se tratan de una electroválvula programable de carácter no profesional.
Su utilización debería estar limitada a sistemas de riego muy básicos y jamás deben utilizarse como sustitutivos de un programador autónomo y su electroválvula ya que no son estancos. De programación bastante compleja, suelen carecer casi por completo de opciones, no toleran las heladas (revientan) y tienen problemas en el cierre del riego con carga baja de batería.
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